EUFEMIA
28 de febrero de 1966
El jacarandà que sembraste,
ha echado ya el perfume
de sus flores moradas.
Y tus hijos marchan
por los caminos del mundo,
llevando la tenue sonrisa
de tu vieja melancolía.
Sol, azahares, niñez.
Paredes blancas envejecidas.
Tras ellas, ya el vacío.
Y en tus hermosos ojos verdes,
el retrato del padre dormido.
Silbidos del viento
en los muros caídos.
Pies descalzos,
felices de lluvia y tierra.
Canciones de cuna
en el alma solitaria,
y en tus cansadas sienes
hilos de plata.
Caminos de andar tortuoso,
que buscamos y corrimos ansiosos.
Cómo volver a desandarlos,
para regresar a ti, niños.
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