29 de agosto de 1985
A diario te espero en los metros.
Y ansioso el ojo escruta,
cuando llegan y se van los trenes.
Al amanecer
se pierde el último coche.
Y en mi atril,
los pies hinchados.
Durante el sueño
también te espero.
Mas nunca llegas.
Fuera de ir a las estaciones,
nada ya me interesa.
Hoy también te aguardo,
con la hinchazón que avanza
en las estaciones
y en mis sueños.
Ven. . . no esperes más.
El tren de mañana
quizá no lo alcance.
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